

Las piscinas municipales se quedan vacías. En ellas permanecerán tan sólo los recuerdos.
Esas duchas heladas antes de entrar a bañarse.
Ese agua fría de la piscina.
Esas consumiciones bajo la sombra de algún árbol tan solicitado.
Esas comidas en la terraza del bar.
Los juegos de los niños siempre gritando de un lado a otro.
Las confesiones de los adolescentes agrupados sobre la hierba y rodeados de toallas y mochilas.
El descanso de los peregrinos.
El trabajo bien hecho de los socorristas.
Y a mi se me acabaron ya las vacaciones...