Ambigú encontró su zapato en una Cenicienta que nos hizo soñar. (13-04-2013)

El teatro se quedó oscuro y las primeras notas musicales empezaron a sonar. La magia del cuento de la Cenicienta lo envolvió todo.
Las narradoras nos introdujeron en la historia y a partir de ahí nos olvidamos del mundo real.
Durante algo mas de una hora desfilaron por el Doga de la mano de Ambigú narradores, ratones, madrastras, campesinas, hadas madrinas, príncipes, princesas y una expléndida Cenicienta.
Cuando un equipo funciona bien como en este espectáculo sobran los nombres. Al final, todo es Ambigú.
La escenografía, de nuevo Andrés, A.G.T., fué sencilla pero a la vez espectacular. Un enorme ciclorama dónde vimos castillos, salones, carrozas y un sin  fin de efectos que, junto a las luces, una vez mas geniales, nos dejaron boquiabiertos.
El vestuario fue una pasada y nunca mejor dicho. Parece mentira lo que se puede hacer con ganas e ilusión.
Fué una gran obra infantil de la que todos disfrutamos a rabiar.
Pero cuando las luces se apagan y ya lejos del escenario, del público y de los aplausos, los actores se vuelven humanos.
Como en el hechizo de La Cenicienta, vuelven a ser personas.
Es ahí donde uno entiende la grandeza de este mundo de la farándula.
Pequeños y mayores, como quien no quiere la cosa, cenando y disfrutando de un día inolvidable.
Este viaje a Ithaca ya se ha terminado pero el futuro está garantizado.
Pronto un nuevo barco soltará amarras.
Pronto comenzará una nueva aventura.
Seguro que en la cabeza de Mari Jose ya se están fraguando nuevas ideas.
Así es y así debe ser.
La Cenicienta es ya un bonito recuerdo para todos.
¡Larga vida a Ambigú!