jueves, 2 de agosto de 2012

En las alturas de la torre de la Parroquia de la Santa Cruz. (29/07/2012)

Al final de las escaleras se hace la luz en lo alto de la torre.
Es ahí donde los humanos y los pájaros compartimos espacio.
Es ahí donde las palomas revolotean de acá para allá.
Es ahí donde las cigüeñas anidan durante todo el año.
Es ahí donde los humanos nos sentimos pájaros.
Es ahí dónde la ciudad está a nuestro pies.
Pero sobre todo es ahí dónde las campanas gritan poderosas hacia los cuatro puntos cardinales.
Después del esfuerzo nos esperaban en la Plaza de España unas estupendas "migas" con vino.
Gracias a los  "Amigos de la Historia Najerillense" por una mañana tan estupenda.
Solo un deseo visto el éxito de esta iniciativa.
¡A repetirla!

5 comentarios:

  1. Javi:

    Estoy muy de acuerdo contigo en eso de la curiosidad por subir las escaleras de la torre para ver desde arriba lo que ocurre en la ciudad.

    La torre es el ojo vigilante que todo lo ve y las campanas son el potente altavoz que avisa el tiempo que pasa y las alegrias o tristezas colectivas que ocurren.

    Subir a la torre a fisgar desde ella todo lo que ocurre abajo es placer de dioses.

    Hay al comienzo de La Regenta de Clarín un texto que describe muy bien esa curiosidad morbosa del "voyer de las alturas", pero esa natural curiosidad esá magnificamente bien descrita en el capítulo XXI de Platero y Yo de Juan Ramón Jiménez.

    Lo copio entero.

    "La azotea

    Tú, Platero, no has subido nunca a la azotea. No puedes saber qué honda respiración ensancha el pecho cuando al salir a ella de la escalerilla oscura de madera se siente uno quemado en el sol pleno del día, anegado de azul como al lado mismo del cielo, ciego del blancor de la cal, con la que, como sabes, se da al suelo de ladrillo para que venga limpia al aljibe el agua de las nubes.

    ¡Qué encanto el de la azotea! Las campanas de la torre están sonando en nuestro pecho, al nivel de nuestro corazón, que late fuerte; se ven brillar, lejos en las viñas, los azadones, con una chispa de plata y sol; se domina todo: las otras azoteas; los corrales, donde la gente, olvidada, se afana, cada uno en lo suyo -el sillero, el pintor, el tonelero-; las manchas de arbolado de los corralones, con el toro o la cabra; el cementerio, adonde a veces llega, pequeñito, apretado y negro, un inadvertido entierro de tercera; ventanas con una muchacha en camisa que se peina, descuidada, cantando; el río, con un barco que no acaba de entrar; graneros, donde un músico solitario ensaya el cornetín, o donde el amor violento hace, redondo, ciego y cerrado, de las suyas.

    La casa desaparece como un sótano. ¡Qué extraña, por la montera de cristales, la vida ordinaria de abajo: las palabras, los ruidos, el jardín mismo, tan bello desde él; tú, Platero, bebiendo en el pilón, sin verme, o jugando, como un tonto, con el gorrión o la tortuga!"

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  2. Hola, yo he subido a la torre por verla, no por fisgar. Seguimos pedantes.

    CAVIA

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  3. Villegas el año pasado subimos un grupo de amigos con los hijos, José Félix, ya lo conoces la gozó aún más que nosotros (bueno mi hija juró que nunca más) es cierto que arriba(y eso que estaba sucio,los "amigos de la historia" hicieron un magnífico trabajo) te sientes un poco "amo del mundo" tocamos las campanas que es lo que más gustó a los críos, pasa lo mismo cuando subes a las eras o el castillo y por los tejados empiezas a adivinar callejas.
    Me gustan las alturas.
    Un besazo Villegas y a Javier se los daré en directo que viene ya a disfrutar de sus vacaciones.

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  4. El muy pedante Villegas3 de agosto de 2012, 14:15

    Gracias,Raquel.

    Al Cavia, don Mariano; Luis Calvo, Ansón, Mingote o a la muy larga historia del ABC y del Blanco Y Negro y de Prensa Española entera: "¡¡¡Qué, pero qué cansinísimo sois vos!!!".

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  5. Pero, Villegas:

    Recuerda:

    "Miser Catulle, desinas ineptire
    et quod uides perisse perditum ducas."

    Descansa, que lo tienes merecido y deja a los perros que aullen a la luna, en estas noches asombrosamente bella.

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